Nick Corey es el sheriff de un pueblo perdido en el sur de los EE.UU. Es un tipo aparentemente necio, inútil, vago y un poco tonto. Vive con su mujer, Myra, con la que se casó cuando ella simuló haber sido violada por Nick, y con el hermano de aquella, Lennie, un tipo retrasado que se dedica a espiar a las mujeres del pueblo. Nick come como si fuera una tolva, duerme como una marmota a todas horas y no parece hacer nada en especial en su papel de sheriff. Pero ante las elecciones para elegir nuevo sheriff se da cuenta de que su trabajo peligra y saca su ingenio a relucir. La verdad es que Nick es un psicópata inteligente que es capaz de pergeñar las más atroces trapacerías con tal de seguir con su statu quo o mejorarlo. Y no le importa para ello difamar a alguien honrado (o, más bien, hacer que alguien lo difame por él) o matar a quien se le ponga delante.
La novela transcurre en un pueblucho de 1280 habitantes (de ahí el título) en el que la vida transcurre entre la hipocresía, la mojigatería y el cotilleo. Es distinta a la novela negra habitual, desde luego. Curiosa de leer cuanto menos. Y es cortita.
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