Anne Capestan es una poli relegada a lo peor por matar a un hombre en su última misión. Su única posibilidad de seguir siendo comisaria es capitanear una brigada de nueva creación, a donde van a parar todos los desahuciados de la policía: borrachos, pirados, gafes, ludópatas y otros seres de lo más variado. La premisa se parece un poco al departamento Q, ya que a esta brigada también se le encomienda que repasen casos archivados sin resolver. Relegados a un piso casi vacío, en los que los muebles son de sexta mano y los ordenadores de cuando iban a manivela, de los cuarenta miembros de la brigada apenas aparecen cuatro: una poli escritora de novelas y guiones de series policíacas, un gafe y uno de asuntos internos. El parque automovilístico también deja bastante que desear. En fin, con estos mimbres, Capestan rebusca algo que echarse a la espalda entre los casos archivados, la mayoría sin importancia. Solo dos son de asesinatos sin resolver y se dedican a ellos: un hombre muerto de un disparo y una anciana asesinada en su casa.
Entre medias se nos cuenta una historia de un matrimonio que vive en Florida y la de un chaval que le pide a su novia que se case con ella. Estas dos tramas y las de los asesinatos confluirán en algún momento de la novela para dar un giro a la acción.
A medida que avanza la trama, el parecido con el departamento Q se va disolviendo. Lo que en los daneses es oscuridad, mala leche, silencio y malos modos, en esta novela es luz, calles de París, risas, gente peculiar y camaradería. Hay una escena particular, una persecución por las calles con un vehículo un tanto especial, que me hizo reirme a carcajadas. Desde luego es una novela policíaca muy distinta a las nórdicas y con otra luz. Muy recomendable.
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