Este es un libro curioso, cortito, ameno, que al menos a mí me ha hecho replantearme la imagen de Isabel de Inglaterra. Las cosas comienzan cuando la reina, persiguiendo a sus perros, se topa con un bibliobús en las puertas de las cocinas del palacio de Buckingham. Este inesperado hallazgo y su encuentro con Hutchingson, el bibliotecario, y especialmente con Norman, un pinche de sus cocinas, hará que la reina descubra el placer de leer. Y aunque, a simple vista, este hecho pueda parecer fútil, la lectura traerá importantes complicaciones en la vida palaciega y real.
Dichas complicaciones van desde las habladurías por el ascenso de Norma de pinche a paje hasta los cambios en los temas de conversación de la reina en las más variadas audiencias. Donde antes había conversaciones insustanciales ahora pretende que las haya más profundas, y esto desconcierta y avergüenza a las personas interpeladas. Además, la reina va abandonando sus tareas reales en favor de la lectura, lo que es mal visto por las personas que la rodean. Es curiosa su evolución a medida que se adentra en el mundo de los libros. El mérito de Bennett es envolverlo todo de un aire de buen humor, de ironía, que te hace pensar que la reina Isabel no es esa mujer hierática y con cara de borde que ves en los telediarios, sino que es una profesional de lo suyo (hasta el punto de hablar de ella misma en plural) y que, en el fondo, es una persona normal.
Tiene frases memorables, pero para mí la mejor es sin duda ésta:
Tiene frases memorables, pero para mí la mejor es sin duda ésta:
"El atractivo, pensó, estaba en su indiferencia: había algo inaplazable en la literatura. A los libros no les importaba quién los leía o si alguien los leía o no. Todos los lectores eran iguales, ella incluida. La literatura, pensó, es una mancomunidad, las letras, una república. En realidad había oído usar esta expresión, la república de las letras, en ceremonias de graduación, títulos honorarios y demás, pero sin saber muy bien qué significaba. Entonces, que hablaran de cualquier clase de república le había parecido un poco insultante y hacerlo en su presencia una falta de tacto, como mínimo. Sólo ahora comprendía su significado. Los libros no se sometían. Todos los lectores eran iguales y esto le remontaba a los comienzos de su vida."
Un libro que recomendaría sin duda, además es cortito y te deja una sensación de buen rollo, de bienestar y de orgullo al saber que una ha empezado a ser una lectora ávida antes que la reina de Inglaterra. Aunque, como ella, nunca me podré poner al día:
"Considero la literatura (...) como un vasto país hacia las fronteras del cual viajo, pero a las que nunca llegaré. Y he empezado demasiado tarde. Nunca me podré poner al día."
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