5 de agosto de 2015

El discreto encanto de la vida conyugal - Douglas Kennedy


Hannah es hija de un catedrático que lucha por los derechos civiles y de una artista que se codea con los grandes pintores de Nueva York. Pero, en lugar de aprovechar esa circunstancia, decide llevar una anodina vida de mujer casada con un médico rural, a pesar de haber hecho ella misma una carrera. Su marido, Dan, es un tipo poco expresivo, enamorado de su profesión, que la lleva a vivir a un pueblo de mala muerte cercano a la frontera de Canadá, donde habitan una casa pequeña junto con su hijo Jeff, de apenas unos meses. Corren los años 60 y las luchas por los derechos civiles se han radicalizado en algunos lugares.

Pero un acontecimiento viene a turbar toda esa paz y ese sosiego (y ese aburrimiento) de la vida conyugal de Hannah. Y ese acontecimiento retorna cuarenta años después para poner patas arriba toda la vida de Hannah, de Dan y de sus hijos.

Me ha parecido feroz la forma en que en Estados Unidos se juzga en todos los ámbitos a una persona por un hecho que solamente atañe a su vida personal. Esa moralina horrible de los yankis que juran encima de la biblia cuando tienen que declarar en un juzgado; o que no puedas manifestar libremente que estás a favor del aborto sin que se te echen encima hordas de providas. Aunque no hay más que recordar cómo se vivió en Estados Unidos la mamada que le hizo Monica Lewinski a Bill Clinton y cómo vivimos en España la (supuesta) infidelidad del rey Juan Carlos con Corina.

Os dejo un par de párrafos que señalé, que a mi juicio definen perfectamente el "discreto encanto" de la vida conyugal.
En cuanto esas palabras salieron de mi boca, me arrepentí. Pero eso es lo que tienen las peleas, sobre todo con la persona más íntima, y con la que nunca te peleas: cuando algo se suelta, cuando, sin más ni más, todo explota de repente, salen toda clase de cosas horribles.
(...) nadie excepto los dos participantes principales pueden entender realmente la compleja geografía interna de un matrimonio.

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