A veces Irving no me acaba de gustar. Lo mismo que me entusiasmé leyendo "El mundo según Garp", "Una mujer difícil", "Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra", "Oración por Owen" o "Hasta que te encuentre", en esta ocasión Irving me cansa. El estilo es el habitual, y en este caso, que hace tanto que leí el último libro de él que cayó en mis manos (La última noche en Twisted River) me ha sorprendido porque lo había olvidado. Pero en la primera mitad del libro hace tantas referencias a obras y personajes de Shakespeare, de los que no tengo prácticamente ningún conocimiento, que se me ha hecho muy espesa la lectura.
Cuenta la historia de Bill, un muchacho que estudia en un internado en un pueblo perdido de Vermont. Su infancia está marcada por la ausencia de su padre, desaparecido cuando él era muy pequeño, y por los silencios de su familia (por las cosas que no le cuentan). Bill se siente atraído por otros chicos, y por chicas con apariencia de chicos. De hecho, su primera experiencia sexual es con una transexual.
En realidad, lo mejor de la historia ha sido leer cómo ha progresado la tolerancia en cuestiones de sexo (al menos en los países "civilizados") en estos últimos sesenta años: de considerar la homosexualidad como una enfermedad que se puede curar, a la normalidad de Chueca. Eso sí, pasando por los años 80-90 en que los homosexuales morían a montones por el SIDA, sus terribles consecuencias para las familias, las enfermedades que llevaba aparejadas... Y, aunque no os lo creáis, una parte de la obra transcurre en Chueca, donde vive alguien que es importante para Bill.
Vamos, se deja leer. Pero si queréis empezar a leer a Irving, no comencéis por éste (ni por "Un hijo del circo").
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