Ricardo Blanco es un detective privado afincado en Las Palmas al que acude María Arancha Manrique (Maracha), convencida de que el suicidio de su prometido no ha sido tal suicidio. Maracha es pija requetepija y su difunto prometido igual de pijo que ella y con un nombre insuperable: Toñuco Camember. Total, que Ricardo se ve inmerso en el mundo del pijerío de Las Palmas mientras se encoña claramente de Arancha.
Entre excursión pija y cóctel pijo, tratan de cargárselo y se va poniendo filosófico al modo del realismo mágico, donde los artículos se omiten porque queda como más poético. Entre los pijos y la fiolosfía transcurre la acción de esta novela que no me ha acabado de convencer. Ricardo se cree Humphrey Bogart y Maracha y sus amigos son de un esnob insoportable. Y, visto el resultado final, no se entiende muy bien para qué coño tanta investigación. Menos mal que no es un tocho de tamaño "Guerra y paz", y se puede acabar de leer antes de morir del aburrimiento. Que sí, que a veces tiene su gracia, pero es cansina en su desarrollo.
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