17 de abril de 2016

El hijo del viento - Henning Mankell

Bengler es un sueco de finales del siglo XIX, bueno para nada. Cuando se da cuenta de que no sabe qué hacer con su vida, decide dedicarla a buscar algún insecto aún no descubierto en el desierto del sur de África. Con ese fin recauda dinero de donde puede y emprende en viaje por mar hasta llegar a su destino y comenzar el viaje a través del desierto a la búsqueda del bicho desconocido. Como era propio de la época, trataba como si fuera morralla a los nativos que le acompañaban en su expedición. Tras varios meses topa con la casa de un hombre que le acoge. Andersson es un hombre raro y despótico. Un día, cuando Bengler está haciendo los preparativos para su marcha, descubre que hay un niño en su habitación, un niño que Andersson había cambiado por un saco de harina. La familia del niño había muerto en algún momento. Bengler decide acoger al niño y llevárselo a su Suecia natal y tratarle como un hijo, dándole el nombre de Daniel.

Desde ese momento, la historia pasa a tener dos narradores: Bengler y Daniel. Daniel nos cuenta la historia de su tribu y la extrañeza que le produce todo lo que le rodea desde el momento en que sale del desierto. El mar, el barco, los zapatos, la ropa, la nieve... En Suecia, Bengler trata de sacar partido al insecto encontrado y a Daniel, que es exhibido poco menos que como un animal exótico.

Es un relato duro de cómo un niño es sacado de su entorno y trasladado a un sitio desconocido, en donde se habla un idioma desconocido y donde no entiende nada. Abandonado por Bengler después de una situación complicada con una periodista, Daniel tiene una única idea: aprender, como Jesucristo, a andar sobre las aguas para poder volver a su tierra.

Es una historia triste que te deja de bajón, pero merece la pena leerlo para tratar de entender el periodo colonial africano y conocer cómo se trataba a los nativos en aquella época.

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