La premisa inicial es interesante: Ben tenía que haber muerto la tarde en que se golpeó con el bordillo de la acera, pero un virus informático en el sistema que maneja las muertes hace que no muera y siga viviendo. Su fantasma, enviado a la tierra como todos los fantasmas a resolver los últimos temas de cada persona que muere, es destacado en la tierra para hacerle un seguimiento en tanto se resuelve el problema informático. Y se enamora de la novia de Ben, German.
Pero, pasados unos meses, a Ben le empiezan a pasar cosas raras y German le abandona, pues no entiende la actitud de Ben. Y ahí es cuando se lía la novela y dejó de gustarme. Ben ve "a través" de otra persona, Danielle, que también había sobrevivido a su momento de morir y se da cuenta de que tiene que haber más personas como ellos dos, que hayan sobrevivido al momento de su muerte y se encuentren en situaciones extrañas. Y empiezan a aparecer más fantasmas, ángeles, "verzes", a hacerse viajes espacio temporales y otros rollos demasiado hippy-psicodélicos para mí, la verdad, que me han hecho el último tercio de la novela pesado y cansino hasta el punto de saltarme párrafos y hojas enteros.
Destaco un párrafo en el que Danielle estaba reviviendo el momento más feliz de su vida, una cena con su primer novio, que me hizo pensar:
¿Debemos optar por permanecer en el interior del paraíso del pasado el mayor tiempo posible o volver a nuestro anodino presente en el que, por lo general, las únicas cosas que anhelamos son el fin de semana, nuestro programa de televisión favorito, un sexo mediocre de vez en cuando, o ir a dormir por la noche?
Por lo demás, ya digo que aunque la base de la que parte me resultó interesante, el desarrollo de la novela a partir de la mitad, y especialmente desde el último tercio, se me ha hecho cansino y pesado.
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