5 de julio de 2016

Corazón de napalm - Clara Usón


Fede es un chaval de trece años en esa difusa fronterea entre la niñez y la adolescencia en que unas veces te tratan como a un crío y otras como a un adulto. Vive en Santander con su padre, su madrastra y sus hermanastros y se ha escapado de casa.

Marta es una mujer madura, pintora, obsesiva compulsiva, con un futuro incierto por delante y un pasado de pintora de cuadros en nombre de un autor que no tenía ya el pulso para pintar. Marta acude a una exposición en un museo barcelonés a ver las obras que ella pintó por encargo y allí conoce a Juan, un juez de menores.

Fede nos desgrana la historia de su infancia, con unos padres dados a la heroina y después al alcohol, con un abuelo paterno que apoquina pasta porque está forrado y obliga a Fede a ir a un colegio de curas en el que el chico no se siente integrado. A Fede le mola más ir a robar al Corte Inglés que ir a clase. Vive feliz con sus padres, que se van a casar tras haberse desintoxicado de la heroína, cuando, tras una noche de juerga, un yonqui aparece muerto en su casa.

Marta se reencuentra, aparentemente por casualidad, con Juan. Quedan a ver una obra de teatro y cenan. Y así inician una relación sentimental extraña, en la que todo parece ir muy deprisa.

Así se van entretejiendo las historias de Fede y de Marta, con varios años de diferencia entre la una y la otra. Pero con un nexo en común que vamos oliéndonos a medida que la historia avanza hasta ese final inesperado. Inesperado pero no imposible, no traído de los pelos ni extraño.

Reconozco que al principio Marta me pareció un poco pedante en su papel de pintora marisabidilla. Pero fue una mera impresión inicial, porque lo que en realidad necesita Marta es una colleja bien dada a ver si espabila.

Un libro recomendable que no tiene nada de novela negra. 

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