¡¿Por qué?! ¿Por qué se acaban tan pronto? ¿Por qué hay que esperar tanto al siguiente? (especialmente cuando tu amiga tulipana te hace el chincha rabiña cara de piña y te dice que en Holanda saldrá el siguiente este verano)
Pues ya está finiquitado "El efecto Marcus", el quinto libro de la serie del Departamento Q. Volvemos a tener a Carl, Assad y Rose a nuestra disposición en una novela que no se adentra en el pasado lejano como las anteriores pero que es igualmente trepidante.
William Stark, un funcionario encargado de varios proyectos de cooperación internacional en África, desaparece al volver de un viaje con las sospechas de que hay algo raro en el proyecto de Dja.
Marcus es un chaval de quince años, inmigrante irregular en Suecia, perteneciente a un clan que lidera Zola, un cabrón que se dedica a explotar a estos inmigrantes para que roben carteras y mendiguen por la ciudad. Marcus es hijo de otro de los miembros del clan, pero no por ello tiene privilegio alguno. Una noche, Marcus escucha cómo Zola está dispuesto a dejarlo minusválido para que pueda seguir explotando su cara de niño bueno y Marcus tiene que escapar. En su huida, perseguido por los secuaces de Zola, se esconde en un hueco en la tierra en el que hay un cadáver, el de William Stark, al que Marcus le quita un collar africano con el que luego puede identificarlo en una foto que su hijastra ha puesto por todos lados para encontrar a William. Pero la vida de Marcus no es fácil en la ciudad, porque todos los del clan le buscan, y también las personas que habían ordenado a Zola matar a William Stark... y la historia se va tensando, el círculo se va cerrando en torno a Marcus, al que parece buscar toda la ciudad.
Y sabremos, de paso, algunos detalles de las vidas de los protagonistas habituales: Carl y sus amores, Rose con sus rarezas y Assad con su vida anterior. Y qué gusto volver a los "o sea" de Assad.
Total y absolutamente recomendable.
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