Escogí este libro por el título. Me gustó. No me ha defraudado la historia. Y si bien el comienzo me pareció lioso hasta el punto de volver atrás un par de veces, luego me di cuenta de lo que pasaba y seguí.
Es una historia sencilla, sin estrés. A la muerte de un famoso escritor español, Artur Font, su abogado ha de encontrar a una persona que hace años que conoció. Esta persona será una de las herederas de Artur, junto a su mujer y a su hija. Y aunque la tarea no es fácil, porque de esa historia hace dieciséis años y la persona vive en otro país, finalmente aparece en la apertura del testamento. Y lo que hereda es la caseta donde Artur arreglaba bicicletas, situada muy cerca de su casa, la alquería Julieta, donde vivía con su mujer, Noelia y su hija Enda.
Noelia se agarra un cabreo de narices porque no sabe quién es y de dónde ha salido esta persona. Pero decide invitarla a su casa en tanto se resuelven los trámites legales de la herencia y de la venta del taller. Y es allí donde toda la historia se va desmadejando, uniendo cabos de un lado y del otro, hasta completarla.
Es una historia bonita, sin estridencias, que fluye velozmente y se lee en muy poco tiempo. Ideal para desintoxicarte entre thrillers psicológicos tensos.
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