La señorita Prim es una mujer "intensamente titulada", a pesar de lo cual se presenta como candidata a un puesto de trabajo de bibliotecaria en la que se pide exactamente lo contrario. Y se queda con el puesto. El trabajo consiste en poner orden en la biblioteca del "hombre del sillón", que será su jefe. El hombre del sillón se ha hecho cargo de sus sobrinos tras la muerte de la madre de éstos y les educa de forma extraña. Pronto la señorita Prim se dará cuenta de que no es lo único extraño en esa casa y en San Ireneo de Arnois. Los niños tienen conocimientos impensables en niños de su edad, su jefe es un tipo extraño, hay un monje pululando por la zona y el club feminista del pueblo es un tanto singular.
Me resulta curioso en esta novela el hecho de que a ratos parecen vivir en la época de Jane Austen, es todo muy decimonónico en la actitud de Prudencia Prim, y sin embargo se hacen referencias a métodos informáticos que dejan clara la época de la que se trata. La señorita Prim es toda ella "anticuada". Su forma de ver la vida es estricta, estrecha, no sé, cuadriculada. Y el despertar al que hace referencia el título bien podría deberse a su apertura mental en ciertos aspectos de su vida.
San Ireneo de Arnois es un lugar envidiable para vivir, donde la vida personal de cada uno es lo que realmente importa. Es un pueblo sacado del "movimiento slow".
Y sin embargo, aunque me la he leído de cabo a rabo, aunque a ratos me ha divertido y en otros intrigado, no me ha acabado de convencer. El rollo religioso que tiene de trasfondo, lo fácilmente que Prudencia sucumbe a la idea de que le busquen marido... no sé, no me acaba de emocionar.
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