El título del libro hace referencia a la temperatura a la que arde el papel.
El protagonista de esta novela es Montag, un bombero. Pero los bomberos, en este libro, en esta época, no apagan fuegos. Desde que las casas se empezaron a construir envueltas en un material incombustible, los bomberos dejaron de cumplir su función hasta que se les buscó otra: quemar todos los libros que existieran. Los libros traen las desgracias, y por eso hay que quemarlos. En un mundo en el que todo está controlado, en el que la televisión ha sustituido a todas las demás fuentes de conocimiento, ocupando todas las paredes de los salones e interactuando de forma personal con la gente, los libros sobran. Montag lo sabe y está orgulloso de su trabajo. Pero cuando conoce a su vecina Claire, una muchacha con extrañas ideas, se da cuenta de su soledad y del mundo que le rodea y empieza a sentir curiosidad por los libros, hasta el punto de llevarse algunos a casa para saber qué es lo que tienen de malo.
Para una persona como yo, que ama la lectura y lee siempre que puede, imaginar un mundo sin libros es algo atroz. Si encima además lo que hay es tele a todas horas, se me ponen los pelos como escarpias sólo de pensarlo. "Fahrenheit 451" es como un gran hermano (donde, por cierto, tampoco hay libros) pero a lo bestia, apocalíptico. Y te hace reflexionar especialmente en momentos como el actual, en el que la cultura y el conocimiento ya no son rentables y la tele, internet y los medios de comunicación de masas globalizan el conocimiento y lo aplanan y nos atontan.
Además, se lee en un visto y no visto. Muy recomendable.
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