Roger Brown es un headhunter: se encarga de buscar el mejor candidato para los mejores puestos de trabajo, con un método peculiar y con una fama espectacular. Parece un triunfador: un buen trabajo, un buen sueldo, una mujer buenorra, culta, inteligente y enamorada hasta las trancas de él (que tiene un complejo de bajito que suple con una melena que yo imagino en plan el Puma), una casa increíble, un coche espectacular., una vida social envidiable gracias a la galería de arte de su mujer... La vida parece sonreírle. Pero Roger no puede sostener económicamente esa vida con su sueldo de headhunter, así que se entretiene, en sus ratos libres, en robar junto con un compinche las obras de arte que los candidatos a esos mejores puestos tienen en casa. Es un ladrón de guante blanco. Además no quiere tener hijos, lo que le supone un problema con su mujer. Roger ha tenido un único "affaire" extramatrimonial en su vida, con una mujer llamada Lotte que le atraía muchísimo, pero a la que abandonó preso del remordimiento.
Es Diana, su mujer, quien le presenta al candidato perfecto para un puesto de trabajo en una de las mayores empresas noruegas dedicadas al mundo del GPS. El hombre en cuestión es Clas Greve, un holandés que se ha venido a Noruega a rehabilitar la casa que ha heredado de su abuela, y donde, casualmente, ha encontrado oculto un Rubens desaparecido tras la segunda Guerra Mundial. A Roger le hacen los ojos chirivitas de pensar el pastizal que puede ganar si logra robar el cuadro, así que no lo duda ni un instante. Pero Clas Greve no es un candidato al uso... y entonces es cuando empieza la acción.
La acción es trepidante, intensa, te mantiene todo el tiempo pendiente de la lectura. Hay algún pasaje especialmente escatológico y no apto para estómagos delicados. Pero no puedes dejar de leer, quieres saber cómo va a salir Roger del embolado en el que se ha metido y te sorprende con cada nueva acción.
Y de pronto llega el final. Y, si has visto más de un capítulo de CSI, sabes que el final cojea por todos los lados. Mordeduras, rigor mortis, hora probable de la muerte, identificación de cadáveres... queda todo un poco en plan, venga, tengo que acabar ya la novela, esto aquí, esto allá, esto acullá y tiro porque me toca. Y la policía noruega es tonta, y el departamento forense ha hecho el curso en CCC. En definitiva, intenso pero mal, muy mal rematado.
2 comentarios:
Coincido plenamente en tu apreciación sobre el libro... Qué pena de final.
Sí. Es como si le hubieran dicho que lo tenía que entregar al día siguiente y se hubiera puesto a acabarlo todo aprisa y corriendo.
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