Jacobo y Kilian son dos hermanos muy distintos que viven en un pequeño pueblo perdido de Huesca. Viajan para encontrarse con su padre en la isla de Fernando Poo, en Guinea Ecuatorial, donde el padre y Jacobo trabajan en una plantación de cacao llamada Sampaka. Para Kilian es un viaje iniciático que durará años y le hará crecer, madurar y reflexionar mucho.
Jacobo es un mujeriego, desinteresado de todo lo que no sea ganar dinero y acostarse con prostitutas negras. No le interesa la situación política, la vida de los guineanos, ni lo que pase a su alrededor. En cambio Kilian no es capaz de maltratar a los negros, y quiere aprender de sus culturas, de sus formas de hacer las cosas. Y aunque se quieren mucho, no hay duda de que son dos seres muy dispares.
La historia comienza con una despedida de una mujer y un hombre. No se sabe quiénes son.
Continúa mucho tiempo después, cuando la hija de Jacobo, Constance, descubre entre los papeles de su padre y de su tío unas cartas que le hacen pensar que tiene un hermano en Guinea, y decide ponerse a investigar. Como en su entorno no consigue nada, marcha a Guinea en busca de más datos, en un viaje en el que conoce a mucha gente, y en el que se sumerge en la historia de Guinea, en la antigua y en la actual. Conoce a dos hermanos, Iniko y Laha, y a la madre de éstos, Bisila, y con los datos que va obteniendo cree llegar a saber algo, pero no acaba de saber qué.
En el libro, se mezclan las historias de Jacobo y Kilian con la de Constance y su búsqueda. Y se vive el amor de una manera tan intensa que al final una tiene ganas de llorar y todo, porque el amor lo puede todo, sí, pero el amor a distancia, sin reencuentros físicos pero sabiendo que el otro espera, debe de ser muy duro.
Me ha gustado mucho. Me ha descubierto una parte de la historia reciente (Fernando Poo y Río Muni, de los que sabía de su existencia porque he visto sellos de correos de estos sitios, cuando yo coleccionaba sellos; Guinea Ecuatorial, las colonias, el presidente Macías...) que desconocía por completo. Y aunque la historia de amor a veces es un poco demasiado pastelosa (para mis cánones, no soy muy romántica que digamos), el resultado final es bueno. Y, desde luego, la impresión que da es que Luz Gabás ha hecho un trabajo de investigación bastante extenso.
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