Patrick, un niño de siete años, desaparece un día sin dejar rastro cerca de su casa. Ni las pequeñas vecinitas que saltan en la colchoneta, ni la vieja vecina del fondo, ni sus amigos saben qué le ha podido pasar.
Al poco tiempo, en otro lugar, una inmigrante ilegal muere atropellada. Los casos no parecen tener conexión, pero poco a poco las piezas parecen coincidir.
El inspector Cato Isaksen vuelve al trabajo después de una larga baja laboral, y se encuentra en su equipo a una nueva persona, Marian Dahle. Se considera ninguneado por sus superiores, que no le habían consultado esta nueva contratación, y choca frontalmente con Marian, una mujer dura y fuerte, poco empática tal vez, pero que cuenta con el apoyo del resto del equipo.
La investigación se centra en la búsqueda del niño y del asesino de la inmigrante, y ambos parecen tener conexión con el hombre que vende los helados en el barrio del niño, ya que era, además, el novio de la inmigrante. En la búsqueda del niño, entrevistan a todos los vecinos de los alrededores, padres de otros niños, la madre del desaparecido, la vieja del fondo... y a los compañeros de trabajo del hombre de los helados, lo que también les vale para investigar el atropello.
Hay una parte tremenda, casi al final, en la que dos chavalas de once años se ven inmersas en una aventura que ellas mismas se buscan, pero que no va por el camino que ellas quieren. Los abusos sexuales a menores, la pederastia, me ponen los pelos de punta. La parte que trata este tema es aterradora, especialmente si tienes hijas y ves lo fácil que es que caigan en algo así.
La novela te engancha, me ha gustado muchísimo y es más que probable que vuelva a leer algo de este autor. Os la recomiendo, sobre todo si os gusta la novela policíaca.
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