Me pregunto por qué Mendoza me gusta tanto a veces y otras veces (como ésta) me resulta tan... no sé, no encuentro la expresión. Me parece mentira que sea el mismo autor que el que escribió "La verdad sobre el caso Savolta" o "Comedia ligera". Cuando Mendoza se quiere salir de la escritura seria es más surrealista que Ionesco.
En esta ocasión, el protagonista, un tipo desgraciado, con una peluquería desierta y una tienda de chinos enfrente, se encuentra con un ex-compañero de cárcel que trata de que se apunte a un plan magistral. El protagonista pasa del tema pero, a partir de ahí, se ve envuelto en una trama absurda del todo, con una adolescente, la mujer del amigo, una policía de lo más borde, el gerente de la tienda de chinos, unas estatuas vivientes y algún que otro tipo raro más. El conjunto en sí es absurdo, y el final, Angela Merkel incluída, es ya para flipar. Me da la sensación de que Mendoza se comió algún tripi cuando se puso con este libro...
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