11 de septiembre de 2010

Cuatro hermanas - Jetta Carleton


Jetta Carleton no escribió más que esta novela, ambientada en Misuri, que cuenta la historia de Mathew Soames y su familia: Callie, su mujer, y sus cuatro hijas, Jessica, Leonie, Mathy y Mary Joe, desde finales del siglo XIX hasta aproximadamente 1970. Mathew es profesor y extremadamente religioso, severo con sus hijas, y con un problema que esconde de todos, aunque para algunos es algo visible y normal. Mathew, de vez en cuando, se enamora perdidamente de alguna de sus alumnas, sin que las cosas lleguen a más. Esto le produce una desazón y un desequilibrio en su vida familiar que no sabe cómo llevar:

¿Y no se debía eso al miedo? Él había procurado avanzar con un pie clavado firmemente en el suelo, temeroso de soltar el pájaro que tenía en mano por los cientos que volaban. No habría renunciado a su granja por la escuela, ni a la inversa. Deseando a las muchachas, no renunciaba a Callie. Atraído por las nuevas creencias, se aferraba a las viejas. Buscando las estrellas, se afirmaba en la hierba. Siempre con componendas, queriéndolo todo sin renunciar a nada, sin nada definitivo. No había pagado el precio, sino que se había quedado con lo pequeño, lo seguro, lo razonablemente suficiente. Y eso nunca satisface a un hombre.

Callie es la mujer de Mathew, una mujer que oculta un par de cosas de su vida. Se encarga de cuidar de las niñas y de la granja y de animar a Mathew en sus proyectos profesionales incluso aunque eso implique que ella se quede sola al cargo de todo. Callie es una mujer inculta, en contraste con la cultura y la capacidad de aprender de Mathew, y esto se nos señala en el libro poniendo en cursiva cada error que comete al hablar. Es una mujer afectuosa y cariñosa con sus hijas, el contrapunto perfecto a la severidad de Mathew:

Bajó por el prado pensando en la gallina, aquel animal suave, rollizo y estúpido, oculto en algún sitio sobre sus huevos calientes, dormitando hasta que le llegara el momento de salir. Callie sonrió. Hasta una gallina se enorgullecía de sus bebés. Y una gallina no sabía casi nada. ¡Cuánto más orgullo se sentía teniendo hijos, porque así se amaba a alguien!

Las relaciones familiares entre hermanas y de padres a hijas nos llevan por todo lo largo del siglo XX en un tipo de relación padre-hijo que contrasta con las actuales. Las hijas apenas contradicen a sus padres y, cuando lo hacen, son expulsadas de la familia, aunque más tarde sean perdonadas como lo fue el hijo pródigo. Las relaciones sociales y de vecindario también llaman la atención en estos tiempos, en los que a duras penas conocemos el apellido del vecino, si nos da por leerlo en el buzón. 

A medida que pasan los años, las hijas se reúnen con sus padres solamente en verano y, aunque se quejan de parecer seguir siendo niñas junto a sus padres, en el fondo agradecen esa vuelta a la niñez, a las cosas que las hicieron felices. 

Se agradece esta novela, que fluye sin estridencias, sin chirridos, sin subidas de glucosa. 

Gracias a Isi porque fue leyendo su reseña de este libro por lo que decidí comprármelo y leerlo.

1 comentario:

Isi dijo...

Hola:
Pues aquí estoy para decirte que me alegro de haberte animado a leerlo porque parece que también te ha llegado. Es que es un ambiente tan especial, aunque no sean perfectos, ¿y qué?
Yo ya estoy pensando en releerlo, no te digo más.
Saludos!