El inicio me fascinó. Ese comienzo tan macabro, con ese primer asesinato tan espectacular, te deja con ganas de más. De pronto pasamos al mundo happy flower de Indiana y levantas una ceja pensando ¿dónde estaba lo que tanto prometía?. Luego te enteras, claro, y aunque me ha costado, me volvió a enganchar, aunque bastante más adelante.
Indiana es una hippy-happy, que se dedica a dar masajes de reiki en una clínica holística, todo muy happy flower como ella. Está divorciada, aunque su ex, policía por más señas, es un perro del hortelano y se cree con derecho a controlar con quién sale su ex (aunque a ella parece no importarle). Tienen una hija, Amanda, un perro verde que está internada en un colegio y se dedica a jugar a un juego de rol llamado Ripper, en el que investiga, junto con otros perros verdes esparcidos por el mundo, casos de asesinato. Claro que además Amanda cuenta con información privilegiada gracias a su padre. Su abuelo también participa en esto del Ripper, es un abuelo la mar de moderno...
Una serie de asesinatos aparentemente sin conexión entre ellos tiene en jaque a los jugadores de Ripper, y a medida que avanzan en sus investigaciones la cosa se va complicando. Pero cuando la madre de Amanda desaparece (y no os reviento nada, lo dicen prácticamente al principio), los jugadores se dedican en exclusiva a encontrarla. Y hay mucha gente rara pululando por ahí...
Y bueno, la historia engancha, pero llega un momento en que piensas que es todo un poquito estilo McGyver, entre los listos del ripper, el navy seal novio de Indiana, el experto en inteligencia artificial, la policía tonta... ahí todos juntos pero no revueltos. Prefiero a la Allende mágica que a ésta que se apunta al carro de la novela ¿negra?.
1 comentario:
No sabía si merecería la pena leer este libro pero visto lo que comentas, no me molestaré.
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