Londres, verano de 1976. Una ola de calor como no se ha visto en tiempos inunda la ciudad. Un día, Robert sale de su casa a comprar el periódico y no vuelve. Gretta, su mujer, asustada, llama a sus hijos que acuden prestos y veloces a tratar de averiguar dónde está su padre. Sus hijos son Michael Francis, casado y con dos hijos, profesor de instituto; Mónica, divorciada y vuelta a casar con un hombre que aporta al matrimonio dos niñas; y Aoife, soltera, exiliada en Estados Unidos.
La vuelta de los hijos y sus incursiones por la casa en busca de información les hace descubrir secretos familiares hasta entonces celosamente guardados. Surgen las historias, los trapos sucios de cada uno. Michael Francis vive una delicada situación en su matrimonio. Mónica no quiere reconocer que el suyo está abocado al fracaso. Aoife oculta su analfabetismo a toda su familia. Y Gretta... Gretta oculta el mayor secreto de todos.
Cada uno tiene una personalidad muy bien definida: Monica es una estirada, puritana, políticamente correcta; Michael Francis es un pusilánime, fracasado profesionalmente hablando; y Aoife es la rebelde. El ambiente de calor y opresión está muy bien conseguido, sin hacer que la novela pese, que se haga cansina. La historia familiar está lastrada por algo que pasó con el hermano de Robert, algo que parece tener que ver con el IRA pero que no se sabe bien qué es. Tiene su punto de intriga y su punto de risa; es curioso ver cómo Aoife sortea su incapacidad para leer en cada momento de su vida.
Es un libro distinto a lo que leo habitualmente, pero me ha gustado un montón. Aunque, desde luego, me he quedado con ganas de más porque el final es completamente abrupto. O eso, o se me ha hecho corto.
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