Agradezco a mi amiga Sara Núñez que me haya dejado este libro. Ahora tengo que convencer al contrario de que se lo lea.
He abierto los ojos. Y he abierto la mente. Éste debería ser un libro de lectura obligatoria para mamis y futuras mamis, papis y futuros papis y muchos pediatras.
¿Tú siempre comes lo mismo a las mismas horas y la misma cantidad? ¿Por qué tendría que hacerlo tu hijo? ¿Nos parece normal que un niño pequeño se coma un plato de puré que no nos comeríamos nosotros ni muertos? ¿Nos comeríamos unos sesitos si nos dijeran "ésta por papá... ésta por mamá..."? ¿Por qué nos empeñamos en quitar el pecho y dar un puré que alimenta menos que la leche de mami?
Nadie nunca me explicó, cuando mis hijas eran pequeñas, que los bebés tienen la válvula que da acceso al estómago abierta, y que cuando ya no pueden comer más, vomitan, porque no les queda otro remedio (¿sabes cómo es de grande el estómago de un bebé? de recién nacidos, tienen una capacidad de una cuchara de mesa. Con tres días, admiten 28 gramos de comida. Con diez días, 50 gramos). Si llego a saberlo, nunca jamás habría insistido en que mi hija se tomara más leche de la que quería.
En fin, Carlos González dice verdades como puños y echa abajo tantos mitos, tantas instrucciones de pediatras resabiados, y hace tan evidentes las estupideces, que una se pasa el libro diciéndose "¿cómo no se me ocurrió a mí antes?". Me apena haberlo leído cuando mis hijas ya tienen cinco años, pero me ha hecho replantearme cosas sobre la alimentación en las que andaba yo muy equivocada. Gracias mil, Carlos.
1 comentario:
Yo tuve la suerte de leerlo cuando mis hijas estaban todavía a la teta y tenñia tiempo porque me pasaba las tardes en el sofá con ellas enganchadas. Fue estupenso porque empecé desde el principio con la filosofía del libro y no veas los quebraderos de cabeza que me ahorré y además no he torturado nunca a mis hijas con el tema de la comida.
La pena es que desde que comen en el cole, como que allí el mensaje no ha llegado, si se tienen que tragar todo lo del plato por más que yo he dicho que no quiero que se lo hagan tragar.
Me consuela pensar que de algo les servirá lo que ven en casa, pero preferiría que en el cole hubiera llegado el mensaje. No entiendo porqué tiene que decidir la cocinera la cantidad que tienen que comer mis hijas. Otra cosa sería hacerles terminar lo del plato si se hubieran servido ellas, pero les sirve la cocinera...
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