Entre los ricos no es oro todo lo que reluce. Una mujer adinerada contrata a Kinsey Millhone para encontrar a su hijo, dado en adopción años atrás. La recibe en un casoplón de escándalo y Kinsey acepta el encargo sin dudar. Pero el hijo parece no serlo tanto, el casoplón no es de la señora y la señora rica le ha pagado con un billete marcado procedente de un secuestro de un cuadro años antes.
Por otro lado, la viuda de un antiguo compañero de Kinsey tiene problemas con el fisco y la llama porque ella había sido la que había organizado los papeles que su marido había dejado, en un batiburrillo mortal, al morir. Entre esos papeles Kinsey encuentra ocultas unas fotografías y una lista de personas y, llevada por su natural investigador, decide seguirles el rastro.
Además, una pareja de ancianos se ha instalado en la casa contigua a la de Kinsey y su casero Henry. La pareja le echa un morro a la vida estupendo.
Las tres tramas se van sucediendo, como siempre, sin dejar un hilo suelto. Kinsey nunca defrauda y en este caso tampoco. Casi me da pena pensar que ya solo nos quedan dos letras en el alfabeto...
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