Pronto Kinsey averigua que el muerto desconocido es un pariente muy muy lejano; que, a pesar de ser un sin techo, tiene una cuenta bancaria muy bien surtida; y que, al parecer, la ha hecho a ella su única heredera en detrimento de sus hijos, y albacea de su testamento. Esto la hace sumergirse en el mundo de los sin techo para averiguar de dónde ha salido ese dinero, por qué se lo ha dejado a ella, por qué vivía en la calle a pesar de estar forrado y qué tratamiento seguía para dejar el alcohol.
Por otro lado, Dietz, antiguo amante de Kinsey, vuelve a verla porque el detective muerto le había dejado a deber un trabajo. Rebuscando entre los papeles del muerto se dan cuenta de que el último caso que investigó tiene en parte que ver con el estudio de la adicción al alcohol y es entonces cuando las madejas, que corrían paralelas, empiezan a ir juntas.
Me ha gustado mucho, más que el de V de venganza. Las dos tramas están muy bien entrelazadas y el resultado final es la mar de razonable. Resulta curioso leer cómo se resuelven las herencias en Estados Unidos, de forma tan distinta a la española.
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