25 de abril de 2014

Tormentas cotidianas - William Boyd


Un día un hecho absurdo cambia toda tu vida. Adam coincide en un restaurante con un perfecto desconocido y entabla una conversación intranscendente con él. Y este hecho sin aparente importancia hará que su existencia de un vuelco inusitado.

Adam, un tipo anodino, recién divorciado, estudioso de las nubes, se ve involucrado sin comerlo ni beberlo en el asesinato de ese hombre del restaurante y huye en lugar de esperar a la policía. Perseguido por los investigadores y por el asesino, Adam se echa a la calle y sobrevive como un indigente, recibiendo golpes, durmiendo en la calle, comiendo en comedores sociales. Y es que el muerto era un eminente científico que estaba a punto de dar con la medicina que iba a solucionar el problema del asma infantil. Oscuros intereses de las grandes farmacéuticas se hallan en el fondo de todo el tema.

En su vida de fugitivo Adam conoce a una prostituta, Mhouse, que le lleva hasta la iglesia de Juancristo, un lugar cuanto menos peculiar y con una teoría sobre Jesucristo y el apóstol san Juan la mar de curiosa. En la iglesia Adam conocerá a otros indigentes de lo más diverso que le ayudarán a entender y saber cómo esconderse y cómo salir del paso. Adam va cambiando de identidad a medida que el cerco se cierra en torno a él. Y las cosas no son fáciles en esa situación. Especialmente, lo de desaparecer sin dejar rastro en un mundo informatizado como el nuestro, es la mar de complicado.

Me ha gustado bastante, Boyd no suele defraudarme. Es una lucha por la supervivencia curiosa, desde luego. Y la parte en la que se explica el trasfondo de las investigaciones farmacéuticas es apabullante y atroz a partes iguales. Miedito da y todo.

Y aunque el final sea bastante abierto, no te quedas con cara de que no ha terminado de escribir el libro.

2 comentarios:

lammermoor dijo...

No lo conocía,lo he apuntado para leer algo suyo. Gracias por descubrírmelo (así no voy a conseguir que mi pila de pendientes quede a cero :( )

Sol dijo...

Eso mismo me pasa a mí, que no me baja la pila de cosas que leer. Es un sinvivir :-)