29 de septiembre de 2014

Setenta kilos - Ramón Palomar


Una novela negra peculiar, que no transcurre en Noruega, ni en Suecia, ni en Estados Unidos. Va de Oporto a Tánger y por el medio nos encontramos con Madrid, Valencia, Algeciras y Tarifa. Una novela sin un protagonista definido, sino con varios que, de forma coral, nos cuentan esta historia que se inicia en Oporto, a donde han sido enviados por el Frigorías Charli y el Nene a recoger setenta kilos de cocaína pura, como otras tantas veces. Sólo que en esta ocasión, a Charli le da por llevarse la coca aprovechando que su colega está frito, y con ella se larga en busca de una vida mejor. Y es entonces cuando el Frigorías inicia la búsqueda y persecución de Charli, para lo que encarga al Tiburón, un exlegionario camorrista, la tarea de cazarle junto con el Nene. Aquí nadie se fía de nadie, así que también le encarga la caza al Marqués, un patriarca gitano que también se dedica a la droga a gran escala. El Marqués envía a sus sobrinos Arturito y Yeyo a la búsqueda de Charli y se monta un despliegue digno de la CIA. Pero aquí cada uno va a su bola y todos quieren la coca. Entre medias está Amapola, una prostituta de rompe y rasga, que resulta ser la novia de Tiburón y la cabeza pensante en la relación. Es ella la que planea con rigor absoluto cómo robar la coca una vez que descubran dónde la ha escondido Charli. Y la cosa no va a ser tan fácil como pensaban. 

Me ha hecho gracia la descripción de los gitanos que hace Palomar, con la efigie de Camarón colgando al cuello, en oro de 24 kilates, y la recua de primos, tíos, sobrinos e hijos que caracterizan al mundo calé. Y sobre todo, la conexión entre lo gitano y lo moruno que hacen Arturito y Yeyo cuando llegan a Tánger. 

Es distinta, se lee rápido y el entorno es conocido. Tampoco es que sea una obra maestra, pero es entretenida y el final es... 


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